
Efectivamente, algunos se habrán dado cuenta de que la fecha de esta entrada coincide con Halloween del año pasado. Hoy os quiero hablar de ese día.
Era viernes. Recuerdo la mañana como una más, con las clases habituales que tocaban en ese día. Estaba de buen humor porque esa tarde había quedado con un compañero... íbamos a casa de una amiga de su novia, que iba a ambientar el salón para la ocasión: Calabazas, telas de araña, telas negras que cubrían las paredes... Llegamos pronto, gracias a nuestro aliado el Metro de Valencia, y le ayudamos a decorar la salita como tocaba. Poco a poco fue llegando gente. No conocía a nadie, sólo a mi compañero. Se fueron sucediendo las presentaciones, mi mala memoria para los nombres se hizo patente (Hola Pedro...Soy Luis...Ah,vale... al final utilizaba el sustitutivo "tío",muy socorrido para estas ocasiones), tuve algunas conversaciones interesantes... la tarde se pasó entretenida.
Llegó la cena. Pizzas de mercadona y boles de ganchitos. No está mal,plan económico. Y tras la cena, la gran fiesta (Estas tres últimas palabras están escritas con bastante ironía). Caminamos un buen trecho hasta el Carmen (para quien no sea de la zona, es un barrio de marcha de Valencia, ubicado en el casco histórico). Nos íbamos encontrando con pintas curiosas, gente disfrazada de lo más diverso. Llegamos a la plaza del Carmen. Allí decidieron apalancarse. Sacaron las bebidas de las bolsas (los cubatas ya estaban preparados...gente previsora), y se dedicaron a...beber,todo el rato. Alguno se iba mareando... lo típico. Yo hablaba con alguno o alguna, conversaciones de compromiso más que nada. Hasta que llegó el final de esa noche. Sólo eran las dos o las tres, pero mi compañero y yo nos íbamos a marchar al poco tiempo.
Estábamos,mis nuevos conocidos y yo,en una calle de dicha plaza. Me quedé solo en el borde de esa acera.Me giré. Todos,y todas,estaban liándose,apoyados en las paredes,en tirereta,una parejita al lado de otra. La cola del amor (fugaz). En ese instante me sentí terriblemente solo. Volví la vista hacia el edificio que tenía enfrente. No quería seguir contemplando esa escena. Saqué un cigarrillo y me puse a fumar,en silencio. Detrás del humo que desprendía hice conjeturas acerca de quien podría vivir en el edificio,algunas luces estaban encendidas. Di una calada más. Debía ser gente mayor,la fiesta no iba con ellos. Si es que eso se podía llamar fiesta.Otra calada. Exhalé una cortina de humo que se elevó lentamente hacia el cielo despejado de la noche, y que se encargó de transpotar mi grito silencioso de angustia hasta las estrellas, con la esperanza de que allá arriba alguien lo escuhara y se apiadase de mí.
Mi compañero me tocó la espalda. Se había salido del pelotón libinidoso, y me invitaba a marcharnos de la zona. Agradecí sinceramente la propuesta. No me despedí de nadie, seguían ocupados, así que nos encaminamos a una amplia avenida a la espera de un taxi.
No he vuelto a ver a ninguno de aquellos que conocí aquel día. No fluyó la química con nadie en especial. Supongo que ese tipo de cosas surgen por su natural, y ése no era el día, la ocasión o la gente oportuna para entablar una buena amistad.
Aún a día de hoy, cuando me siento triste, solo, o la ansiedad me atenaza fuertemente bajo su yugo, enciendo un cigarrillo allá donde me encuentre, porque la nebulosa de humo blanco,serpenteante y juguetón, me envuelve y me cobija,momentáneamente,de la cruel realidad exterior.
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